sábado, 27 de agosto de 2016

LA CALLE.



INSTANTÁNEAS CALLEJERAS, UN REPORTAJE A LA VIDA.


                  La calle, urbana o rural: ese ineludible escenario en el que miríadas de actores de toda condición representamos esa tragicomedia que, ampulosamente, hemos dado en llamar Vida.  Al decir calle estoy incluyendo a sitios públicos tales como bares, restaurantes o transportes de pasajeros.

                   ¿Qué actores? Pues nosotros. ¿Quién si no? 


                   ¿Por qué instantáneas? Pues en aras de la espontaneidad, de la presentación de imágenes auténticas, sin fingimientos ni poses estudiadas, sin los prejuicios conceptuales que arrastramos tanto fotógrafos como retratados. Sin darnos tiempo a cubrirnos con máscaras preconcebidas que, a guisa de armadura, usamos para abroquelarnos tras ellas para ocultar o, al menos, disimular nuestro aspecto, talante o intenciones. Capturadas al estilo de un francotirador deliberadamente oculto a la vista (es imprescindible que así sea) que, al divisar a su objetivo, lo centra en la mira y oprime el disparador. Francotirador incruento, desde luego, ya que el resultado de su cacería no es más que el retrato de un transeúnte y su entorno.


                Instantáneas que carecen de los oropeles y la espectacularidad que aportan los colores, ya que he confiado en la monocromía para destacar texturas y contrastes, buscando (no implica haberla hallado, claro) la esencia del lenguaje fotográfico que es, a mi juicio: la luz emergiendo de las tinieblas.


                Caben aquí desde la belleza hasta el esperpento, desde lo sublime a lo canallesco, desde el jolgorio hasta la melancolía; en fin: todas las facetas de la condición humana. Cada quien con nuestra propia apariencia, nuestros gestos y actitudes, ocupaciones y ocios, vicios y virtudes, todo ello retratado con más ánimo documental que artístico. De ahí que estas imágenes no se parezcan lo más mínimo a fotos generadas en un estudio. Y (va de suyo) sin el menor afán crítico hacia los retratados.



                Cada una de las siguientes imágenes ha provocado en mí una serie de sensaciones (muchas de ellas contradictorias) y esa es la razón de que formen parte de esta galería. He pretendido dar rienda suelta a esas sensaciones “dibujándolas a mi manera”. En otras palabras: estoy tratando de transmitirles, de “contarles” un puñado de emociones y sentimientos y estoy procurando hacerlo “con mi propia voz”.

                Como es natural, soy consciente de que cada uno de ustedes hará su propia “lectura” e interpretará a su aire cada foto que contemple y está bien que así sea. Es más: así debe ser, forzosamente. Ya veremos si germina o no esa simiente que han sembrado mis veleidades de cronista.

                Que la incógnita aquí es cuál será el resultado de esa interacción (si es que, acaso, hay alguna). En definitiva, mi trabajo ya está hecho, la suerte está echada. 

Quiero insertar aquí un humilde homenaje a quien me enseñó a manejar mi primera cámara Reflex, desde cómo asirla correctamente en adelante. Gracias a que tuve el honor y el privilegio de ser su discípulo, he aprendido gran parte de lo que sé sobre fotografía. De lo que me falta saber, el único responsable soy yo, no ella. Es Isabel García, quien aparece en la foto en plena tarea.

Basta de palabras. Ahora: ¡A la calle!